Las puertas del juzgado se abren dando salida a un hombre calvo y gordo
de unos 40 años, quien escoltado por varios policías, desciende por las
escaleras del juzgado entre los gritos de desprecio de una multitud reunida en
los alrededores del lugar, quienes lo llaman “asesino” y “monstruo” entre otras
cosas. El sujeto, recientemente ha salido de un juicio al que asistió acusado
del secuestro y asesinato de sus dos hijas de 9 y 12 años respectivamente,
cuyos cuerpos no han sido encontrados aún por la policía. Ante la falta de
pruebas, el acusado fue declarado inocente y en este preciso instante sale en
libertad, montándose en un taxi que lo llevó a su casa, ahora vacía ya que su
mujer, convencida de que es culpable, le ha pedido el divorcio. Sin embargo, el
sujeto, conocido como Antonio José Ramírez, no se encuentra solo en su casa, ya
que, al encender las luces de la sala de estar, se encuentra con una inesperada
visita.
-Buenas noches, señor Ramírez- Es
lo primero y lo último que escucha Antonio antes de sentir un fuerte golpe en
el cráneo y perder el conocimiento, despertando horas después para encontrarse
amordazado de pies y manos en lo que parece un sótano abandonado.
-¿Qué demo…dónde estoy?-se pregunta Antonio, al darse cuenta de su
situación. Una oscura silueta surge de entre las sombras, y el rostro del señor
Ramírez palidece al ver a un sujeto vestido de bata blanca y cubriendo su
rostro con una máscara negra con pinchos. La espantosa silueta se acerca al
indefenso señor Ramírez y lo observa detenidamente, mientras empuja lo que
parece ser un carro con material quirúrgico. Bienvenido al mundo de los vivos, señor Ramírez… ¿Qué tal sus hijas?-comienza
a decir el secuestrador- Ah, no, que
usted las mató…- añadió antes de golpear el pecho del señor Ramírez con la
planta del pie. –Oh, disculpe mi
descortesía…no me he presentado…soy el doctor Faustus, y éste es mi compañero y
amigo, Nicholas.- Dice la figura mientras prepara los utensilios. Mientras
Antonio Ramírez forcejea para tratar de liberarse, Faustus lo observa, de
reojo, e introduce un extraño líquido verde en una jeringuilla mientras niega
lentamente con la cabeza.

-Shhh…no grites…te vas a dejar la
voz en vano, pues aquí no nos va a oír nadie, y a Nicholas ya empieza a dolerle
la cabeza…-Dice Faustus mientras sujeta la cabeza de Antonio y le inyecta
el líquido verde en el cuello. Enseguida, la piel de Antonio comienza a ponerse
morada y azul, sus venas se hinchan, sus ojos se enrojecen y su cuerpo se pone
totalmente rígido, haciendo que éste sea incapaz de moverse ni hablar. –Esto que te he inyectado, amigo mío, es
veneno de Pez Globo…no es mortal, pero provoca parálisis en el cuerpo mientras
dura su efecto, ¿sabe?- dice Faustus mientras se vuelve hacia los aparatos
y agarra hilo de sutura y aguja- Lo ví en
una película y me informé sobre ello…¿Cómo se llamaba? Ah, si…”Un ciudadano
ejemplar”…-añade Faustus mientras introduce el hilo de sutura en la aguja y
mira fijamente a Antonio. -¿Sabes lo más
divertido? El veneno no anula el sistema nervioso…sentiras cada segundo de
dolor…- Dice Faustus mientras comienza a coser lentamente los labios de
Antonio, uniendo el superior con el inferior, sellando su boca para que no
pueda gritar.
Una vez ha finalizado, Faustus deja el hilo y la aguja a un lado y agarra
su siguiente instrumento, una vieja cuchara redonda, de las usadas para hacer
bolas de helado, y se vuelve nuevamente hasta Antonio, usando la cuchara para
sacar sus ojos de las cuencas. –Existen
estudios que aseguran que, si nos anulan los sentidos, somos capaces de acceder
más rápidamente al mundo espiritual, y de ahí reencontrarnos con nuestros seres
queridos…¿Pero sabes? Tu no vas a ir al paraíso con ellos…tú iras al mismísimo
infierno, y allí nos volveremos a ver… .